27 de marzo de 2020

El fetichismo por las bragas usadas: una experiencia sensorial

Los pioneros en experimentar con el fetichismo de braguitas usadas fueron los japoneses. En los años 80 surgieron los namasera, caballeros que se excitaban cuando jovencitas se quitaban sus bragas delante de ellos y se las daban. Al tiempo muchos establecimientos iniciaron la compraventa de la ropa interior femenina, los llamados burusera.

A raíz del auge de esta demanda nació el panty fetish, todo un negocio donde el intercambio entre vendedoras y clientes sedientos de prendas usadas crecía desmesuradamente y se expandía por todo el mundo. Y es que, si estás aquí es porque sabes que esto no es tan solo un negocio: es una experiencia sensorial más.

Puede que te parezca sórdido o sucio, pero este fetichismo no deja de sumar seguidores con peticiones de lo más exclusivas: bragas usadas de varios días, tangas usados en relaciones sexuales, … No hay límites para vuestra excitación. El intercambio de ropa interior también es una manera de experimentar en los encuentros, los sentidos que priman en este fetiche son el tacto y el olor. Se convierte en un juego de roles de lo más erótico, el morbo de satisfacer la fantasía de tu pareja.


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